Mirar. Mirar, conlleva una implicación. Curiosamente, no siempre desde la quietud aunque eso pareciera. Porque este acto también trae consigo el hecho de ser espectador de un espacio. Un lugar de deslizamiento que nos hace pensar el objeto, los objetos, que se ven. El implicarse unos y otros: nosotros y la tridimensionalidad de lo museográfico. Una especie de comunión entre lo que vemos y lo que somos. Así nos transformamos: de ser visitantes a ser conocedores de algo. De un hecho que nos puede ser revelado.

Toda indagación sobre los museos, en cómo transitamos en sus espacios arquitectónicos y cómo nos enfrentamos a los objetos es un acto de intención. Porque ello deja ver cómo se da nuestro proceso de conocimiento ante lo que nos enfrentamos. Cómo se da un reconocimiento con el pasado, con la memoria. Lo que somos. Cómo nos implicamos, no únicamente con la espacialidad museográfica, sino con las cosas que se nos muestran, es un saber que proviene de hace siglos. Cuando en el Renacimiento se dieron los primeros espacios de visión, que fueron los templos, las iglesias, en donde se veneraban a las efigies aparecieron los libros. Y se dijo que éstos –lo que ellos contenían- sustituirían al saber de los espacios sagrados. No fue así, hoy lo reconocemos. Los museos se han convertido en espacios de veneración, sí, pero también de saber. Ahora en ellos sabemos a través de la mirada, del transitar y, claro, del enfrentamiento con un universo que se abre a nuestra mirada. Un leer a los espacios, a los objetos, y un estar ahí. Un poner en evidencia que en el acto de ser visitante de cualquier espacio también hay un hecho de reconocimiento. Una manera de implicarse con las cosas del pasado y ser parte de ellas.

Lo que aquí hace Cristina Kahlo es evidenciar en cómo y cómo nos reconocemos en ello. Su trabajo en secuencialización, enalteciendo la efigie museográfica y a la persona, es un acto de reiterar que no nos olvidemos de que siempre somos espectadores de nosotros y de otros. Siempre el mirar. Todos miramos hacia un pasado y nuestro presente. Unos y otros estamos ahí.

José Antonio Rodríguez